Bienvenidos

Son bienvenidos a mi espacio todas aquellas personas que aman a los animales y están deacuerdo con el contenido, abstenerse graciosos o comentarios irrespetuosos, nadie está obligado a entrar, pero quien entre sí le pido que respete las opiniones que se publiquen e intervenga con tono positivo.

He creado este blog con el propósito de dar a conocer la dramática situación que viven los seres más maravillosos de la tierra, Los Animales. En un mundo en destrucción bajo el dominio del hombre, lleno de guerras, egoismo, hipocresía, explotacion de seres indefensos, envidia y dolor, existen personas que pensamos que los animales necesitan una mano tendida, todo nuestro respeto y dedicación para que sientan el calor y la protección que, sin duda alguna, merecen y que ante la ceguera humana... anhelan.

Intentaré exponer la situación de todas y cada una de las especies que hay en el planeta, víctimas de las más aberrantes formas de maltrato, siempre por obra del hombre y ante los ojos de la justicia y las autoridades que se limitan, no sólo a mirar hacia otro lado sino que lo fomentan y aplauden colocándose incondicionalmente del lado del opresor y el maltratador, actitud cobarde, criminal y mezquina que permanece en el tiempo y que, afortunadamente, muchos luchamos por combatir, por eso estoy convencida que "El mundo se equivoca" por que de nuestros amigos los animales, tenemos mucho que aprender...

Las imágenes o historias expuestas en este sitio pueden herir el alma pero son la pura realidad, yo no soy responsable sólo las doy a conocer y deben servir para que reflexionemos sobre la urgencia y necesidad de ponerle remedio a un problema que, aunque no se vea, existe y una manera efectiva de dar el primer paso es dejar de mirar a otro lado. Si conoces algún caso de maltrato, por insignificante que te parezca POR FAVOR, DENÚNCIA!! Los animales no pueden esperar más y no merecen menos...

domingo, 28 de diciembre de 2008

Basta de toros



Por Alicia Dujovne Ortiz

(escritora argentina)

ARGENTINA. Viernes 12 de diciembre de 2008

Mi única experiencia directa del toreo, en el Madrid de los años 60, arrojó el más catastrófico de los resultados. Después se prohibieron las corneadas al caballo del picador, que en esos años era todavía la otra víctima del juego.

Nunca se me ha borrado la visión de las vísceras arrastradas por la arena como un largo collar de cuentas rojas ni tampoco la muerte de aquel toro que cayó blandamente, tras un tormento y una humillación inacabables. Una escena perturbadora por lo que tiene de sadismo jocoso y por la confusión de papeles: el torero, con sus gestos femeninos en esta celebración del coraje viril; el toro, que termina muriendo con un aire también de mujer; la excitación perversa, el no saber quién es quién ni por qué divierte tanto mirar sufrir.

En su libro De la edad conflictiva, Américo Castro (que, entre paréntesis, fue el primero en atribuir toda su importancia a los orígenes conversos de Santa Teresa de Avila) relaciona el toreo con la Inquisición. Aunque no dé las fechas, el polémico autor encuentra en los espectáculos inquisitoriales que atraían a las multitudes, ansiosas por ver achicharrarse a los demás, herejes o judíos, un buen antecedente del espectáculo taurino.

El toro también representa al diferente, encarnado en un animal temible al que se vence por medio de tretas ingeniosas. Nueva confusión de papeles, puesto que, siempre según Castro, durante siglos el retraso intelectual del país, superado varias veces con botas de siete leguas, sobre todo tras la muerte de Franco, se debió a la valoración de la sangre "pura", sin mezcla de "marrano", y como lo marrano, o lo converso, o lo judío, también significaba, en ese tiempo y lugar, lo inteligente y lo culto, la España de la época valoró la incultura.

En el teatro de Lope de Vega, el personaje del labriego, auténtico cristiano viejo insospechable de mezclas (mientras las clases altas e incluso la realeza nunca estaban a salvo de dudas), se erige en el símbolo de toda virtud: el ignorante bueno frente a la malicia negociante del falso cristiano, o el noble bruto frente a la nobleza sospechosa. Aunque Castro no lo desentrañe hasta sus últimas consecuencias, sus indicaciones permiten intuir hasta qué punto la escena representada en la plaza de toros tiene varias lecturas, todas ellas ambiguas. De ahí su intensidad: sólo semejante carga simbólica -por supuesto, inconsciente- explica la supervivencia del rito.

Palabras como "barbarie" o "tortura" están a la orden del día en las aludidas manifestaciones en contra del toreo. Nadie se muerde la lengua, nadie teme herir en lo más vivo a los cultores y aficionados del llamado arte nacional. Los manifestantes saben que las prácticas más crueles se esconden tras el argumento de la costumbre: los defensores de la escisión para las niñas africanas, o de la caza de pajaritos en Francia, apelan a él. Como si el hecho de que un hábito sangriento se haya perpetuado implicara la obligación de seguir cortando o pinchando en forma ceremonial. Una costumbre no es sagrada por el solo hecho de haber durado. Al volver conscientes las razones por las que se la ha mantenido uno puede perfectamente acostumbrarse a otra cosa.

Artículo completo: La Nación

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