Bienvenidos

Son bienvenidos a mi espacio todas aquellas personas que aman a los animales y están deacuerdo con el contenido, abstenerse graciosos o comentarios irrespetuosos, nadie está obligado a entrar, pero quien entre sí le pido que respete las opiniones que se publiquen e intervenga con tono positivo.

He creado este blog con el propósito de dar a conocer la dramática situación que viven los seres más maravillosos de la tierra, Los Animales. En un mundo en destrucción bajo el dominio del hombre, lleno de guerras, egoismo, hipocresía, explotacion de seres indefensos, envidia y dolor, existen personas que pensamos que los animales necesitan una mano tendida, todo nuestro respeto y dedicación para que sientan el calor y la protección que, sin duda alguna, merecen y que ante la ceguera humana... anhelan.

Intentaré exponer la situación de todas y cada una de las especies que hay en el planeta, víctimas de las más aberrantes formas de maltrato, siempre por obra del hombre y ante los ojos de la justicia y las autoridades que se limitan, no sólo a mirar hacia otro lado sino que lo fomentan y aplauden colocándose incondicionalmente del lado del opresor y el maltratador, actitud cobarde, criminal y mezquina que permanece en el tiempo y que, afortunadamente, muchos luchamos por combatir, por eso estoy convencida que "El mundo se equivoca" por que de nuestros amigos los animales, tenemos mucho que aprender...

Las imágenes o historias expuestas en este sitio pueden herir el alma pero son la pura realidad, yo no soy responsable sólo las doy a conocer y deben servir para que reflexionemos sobre la urgencia y necesidad de ponerle remedio a un problema que, aunque no se vea, existe y una manera efectiva de dar el primer paso es dejar de mirar a otro lado. Si conoces algún caso de maltrato, por insignificante que te parezca POR FAVOR, DENÚNCIA!! Los animales no pueden esperar más y no merecen menos...

sábado, 5 de septiembre de 2009

Reglamento Taurino, regulando la tortura

El Reglamento Taurino, no es más que justificación legal y la descripción
formal de la crueldad con animales, en el que el sufrimiento del toro ni tan
siquiera se menciona


Julio Ortega <http://www.kaosenlared.net/buscar/autor/Julio+Ortega+Fraile>
Fraile | Maltrato Animal: Un Crimen Legal | 1/9/2009


www.kaosenlared.
<http://www.kaosenlared.net/noticia/reglamento-taurino-regulando-tortura>
net/noticia/reglamento-taurino-regulando-tortura


<http://www.kaosenlared.net/noticia_imprimir.php?id_noticia=100364>
<http://www.kaosenlared.net/noticia_pdf.php?id_noticia=100364>
<http://www.kaosenlared.net/noticia/america-latina-batalla-decisiva-definen-
pueblos>
<http://www.kaosenlared.net/noticia/castello-nous-murals-sobre-els-pasos-cat
alans>

¿Cómo es posible que la tortura se encuentre reglamentada?. Pues así es, y
no estoy hablando de la DINA de Pinochet o de los interrogatorios en
Guantánamo, sino del País en el que yo escribo y Usted lee esto. La España
perteneciente a la Unión Europea y que tan orgullosa se muestra de
garantizar constitucionalmente la convivencia democrática y de respetar los
derechos y libertades. En este lugar idílico es posible torturar y se hace
continuamente, sin que sea necesario esconderse para ello, al contrario, las
autoridades permiten y sufragan esos hechos para los que como decía, en el
colmo de la vileza, existe incluso un Reglamento que los regula.

Estoy hablando de la tauromaquia. Este es el momento en el que unos cuantos
se me echan encima diciéndome que no se puede aplicar el término "tortura"
al dolor físico o psíquico infligido a un animal irracional; son los que
miden el padecimiento en función de connotaciones lingüísticas, los mismos
que se escandalizan si se le llama crimen al ahorcamiento de un galgo, al
alanceamiento de un toro o a la cobardía de reventar a perdigonazos a un
pichón recién soltado de un cajón. Franco denominó a su Guerra "Cruzada" y
con eso quiso dotarla de una justificación divina, estos también emplean el
diccionario como anestésico moral, tal vez creyendo que son las palabras las
que convierten o no en realidad un hecho, cuando la naturaleza de éste no
varía lo llamemos asesinato, fiesta, acto cruel o manifestación artística.
Ni la naturaleza de la acción ni la angustia del toro, ambas son inmunes a
los vaivenes semánticos.

El Reglamento Taurino, es una sucesión de artículos destinada a normalizar y
ajustar a ley las corridas, las novilladas, los rejoneos y demás
espectáculos pertenecientes a ese mundo perverso y cruento, en el que todo
gira en torno al sufrimiento de un animal plenamente capacitado para sentir
padecimiento físico y mental, sin embargo, en ningún momento se alude a este
hecho fundamental que constituye no ya el fin, sino que es una constante en
todo el proceso, incluso desde antes de comenzar de forma pública con los
sistemas para menoscabar sus fuerzas, pasando por la celebración con sus
correspondientes banderillas, puyas, estoques y descabellos y acabando con
la agonía final y la muerte del toro, que pone colofón a la vergonzosa
degollina.

La angustia del animal se ignora por completo en dicha legislación, por eso
llama la atención una frase contenida en el R.D. que la acompaña: "Mención
particular exigen las instalaciones de enfermerías y servicios médicos, por
los riesgos que los espectáculos taurinos entrañan para quienes intervienen
en ellos...". Y el toro, ¿no interviene?, ¿no es acáso la figura principal e
inexcusable para este Circo Romano del S. XXI?. Lo suyo no es riesgo, no se
trata de la proximidad o de la probabilidad de un daño, en su caso la
certeza de convertirse en víctima es absoluta, de hecho de eso se trata,
pero para él no hay atención médica con el objeto curar sus heridas, sólo
veterinarios que certifican su muerte una vez que ha pasado por las manos de
los verdugos.

Así las cosas nos encontramos con que los toros están situados entre dos
pelotones de ejecución: el de la omisión y el de la acción. Omisión porque
en la raquítica protección con que los animales cuentan en España,
contemplada de un modo casi insultante por lo escaso en unos cuantos
artículos del Código Penal, la tauromaquia constituye una incomprensible
excepción, como si el martirio de un toro fuese más justificable que el de
un perro. Y por acción al encontrarse regulada por una normativa que
pretende dotar de legitimidad lo que no es más que inmoralidad, un engendro
legal entre cuyos renglones, por muy académica que sea la terminología
empleada, se derrama la sangre la víctima inocente, el toro, aunque su
cobarde tortura se intente rodear de la parafernalia funesta que siempre
acompaña al mundo de la tauromaquia.

Las leyes están escritas por grupos de hombres, redactadas a su medida y
conveniencia y en no pocas ocasiones a lo largo de la Historia, su
existencia ha servido para justificar todo tipo de atropellos y de desmanes
cometidos contra seres vivos de su misma especie o de otras. Y eso ha
ocurrido hasta que afortunadamente, con el tiempo, la cordura y la lucidez
se han impuesto logrando que se aboliesen tan infames preceptos y la patente
de corso que su existencia suponía para que unos cuantos, socavasen los
derechos incluso fundamentales de otros con total impunidad.

Pero tales cambios no se han producido de un modo espontáneo nunca, siempre
ha habido detrás un movimiento, exiguo en sus comienzos, que ha gestado esas
transformaciones, enfrentándose habitualmente en un principio tanto con la
mayoría de la Sociedad, instalada en su egoísmo y en la indiferencia ante
tragedias ajenas, como con los órganos de poder, muy cómodos y seguros en su
inmovilismo. A menudo estas iniciativas les han supuesto graves
consecuencias hasta físicas a sus promotores y aunque al final se ha
conseguido que las reivindicaciones se convirtiesen en realidad, lo cierto
es que la mayor parte de las veces aquellos que las impulsaron no llegaron a
verlo. Así como el pasado está jalonado de usanzas hoy valoradas como
canalladas, ciertas prácticas del presente merecerán un idéntico juicio en
el futuro.

Lo anterior me sirve de base para lo siguiente, de base y de tranquilidad
para saber, al menos ante mi conciencia, que estoy obrando correctamente,
cuando digo que siento un inmenso desprecio tanto por una Leyes de
Protección Animal que no son más que un miserable recurso tacaño y sin
apenas efectividad para curarse en salud los responsables de su redacción,
como por ese Reglamento Taurino infamante, un ejemplo sangrante de cómo los
recursos oficiales pueden atender a intereses tan indignos, que son capaces
de ponerse al servicio de los más bajos instintos y de la violencia ejercida
sobre seres indefensos.

Se habla en él de todas las cuestiones de procedimiento en esta tortura
institucionalizada, se ocupa de numerosos detalles de forma, pero es
dramático comprobar como ignora en todo momento lo que conforma el elemento
indispensable en la tauromaquia, el intenso sufrimiento del toro. Resulta
estremecedor leer acerca de las características que debe de cumplir por
ejemplo el estoque, cuando no se está haciendo más que detallar los
requisitos exigidos a un instrumento que servirá para atravesar el cuerpo
del toro, reventándole las entrañas y marcando el principio del todavía
prolongado y tortuoso final de su martirio, un padecimiento que empieza
mucho tiempo antes, años, cuando es sometido a las tientas.

Esa descripción es como si en alguna normativa, se nos ilustrase acerca del
peso y composición exigidos para las piedras con las que llevar a cabo
lapidaciones públicas. Claro, ahora vendrán de nuevo los de antes, los
puristas de la lengua y de la ética antropocentrista, vociferando
escandalizados que nada tiene que ver el sufrimiento de un toro con el de
una persona. Cuestiones fisiológicas aparte, que sitúan ambos en planos
bastante similares, lo que hay que pensar es que en los dos casos el
ideólogo y autor material es el hombre, por lo tanto con independencia de la
víctima, la bajeza moral de su acción y su encarnizamiento con seres
desvalidos es una realidad incontestable. Como también lo es el
enaltecimiento del suplicio de una criatura y que eso, a día de hoy, sirva
para que unos pocos individuos indecentes se llenen los bolsillos y aquellos
que se declaran aficionados, disfruten ante un espectáculo despiadado.

Mi subversión, de la que algunos me acusarán, la etiqueta de inadaptado o la
de ecoterrorista que me colgarán los que sólo pueden echar mano del insulto
para rebatir estos argumentos, las asumo con absoluta tranquilidad, pues
poco me importan los calificativos que se me apliquen cuando me vienen
otorgados por expresar mi rechazo tajante a la crueldad con los animales, y
la coherencia con esa postura, me exige declarar las nauseas que me inspiran
los textos legales de cualquier naturaleza, que amparan, justifican o eluden
la condena de exhibiciones de ese tipo, tan extendidas y denigrantes como la
tauromaquia. Si Señores, la Ley, en ocasiones, me produce asco. Esta es una
de ellas.

Julio Ortega Fraile

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